desnudez

• Estrellé mis ojos en el suelo, el humor acuoso se extendió por todo el piso laminado de madera, la humedad que provocó comenzó a levantar la madera, astilla por astilla; se fue desprendiendo lanzando aguijonazos que se escapaban del apretujamiento, clavándose por doquier.
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• Yo me empecé a arrastrar tratando con los dedos de recoger las pupilas que se quedaron rebotando por ahí, mis dedos en su desesperación de alcanzar los rincones, arrastrando la pesada mano, se libraron del gran peso y se desprendieron como gusanos buscando su objetivo.
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• Teniendo a mis buscadores privados, decidí desatenderme del asunto y levantarme, pero la depresión de mis pies, al ver a sus primos perderse entre los rincones de la madera me dejaban en el suelo; estaban tan ensimismados, que no podían levantarse sin volverse a caer, decidí quitarlos para poder seguir avanzando.
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• Arrastraba mi estómago, lo arrastré tanto por todos los terrenos rugosos y ásperos que llegó el momento de escribir con las vísceras sanguinolentas; las manos, los pequeños pilares empezaron a perder su fortaleza y dejando el camino manchado con mi esencia más profunda, se limitaron a sostener mi cabeza; trataban de mantenerla estable, en equilibrio, pero siempre se permitió balancearse de un lado a otro, dejándose llevar con las brisas veraniegas, con las hojas que se recostaban sobre el pavimento; por las gotas que se estrellaban sin precaución en las mejillas, por la nieve que quemaba con su frío.
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• Con la cabeza aún en alto, con la boca saboreando los pensamientos y el olfato registrando datos atesorándolos entre los vellos guardianes de la inmundicias, me mantuve tratando de guardar el equilibrio, pero todo siempre llega a su fin y llegó el mío; el peso comenzó a ser una carga, las ideas flotaban como burbujas infantiles, subían tan rápido y tan alto que tuve que dejar los pensamientos para convertirlos en ideas y me fugué. Dejé la cabeza en el mundo terreno y comencé a ser yo.