11 junio 2010

postre


Chocolate!! fue lo primero que pensé, esto era obra de chocolate.

Tenía los ojos muy abiertos, viendo todo sin ver nada, tenía comezón en los brazos y los añarazos pintados de blanco se le quedaban al menos 5 minutos mas de lo normal.
Fue a ver a la Fresa, aunque a veces también le decían papa como si se hubiera atragantado. Se gustaban. Ella sonreía acompañando su gesto con la cadera desajustada y un pie al aire apenas disimulando apoyarse y mordía algún mechón de cabello mientras se balanceaba guardando el equilibrio.

Chocolate con los ojos muy abiertos y la sonrisa diseñada con sus blancos, muy blancos dientes, parecía una pintura de lienzo negro con ojos y sonrisa en la obscuridad.

Yo los veía coquetear todos los días frente al restaurante.
Ella era muy blanca y se apretaba los labios colorados, cada vez que él le tomaba la mano, ella cambiaba de color a un rojo intenso que hasta sus labios palidecían.

Él se derretía con cualquier mueca y parecía que quería echarsele encima cada vez que sonreía.
Así nació el postre favorito de la clientela, fresas bañadas de chocolate y con un poco de imaginación podrán saber de donde salió ese pequeño chisguete de chantilly.
Tras la firma del acuerdo para comprar el terreno para expandir el negocio; chocolate!, fue lo primero que pensé... Mientras ponía los muñequitos hasta arriba del pastel de fresa con cubierta de chocolate ahora acompañado de cafe.

23 mayo 2010

Moraleja


Érase una vez un pequeño ratoncito corriendo despavorido por su vida, un águila lo tenía en la mira y con una velocidad impresionante desde las alturas había identificado su comida; el ratoncito que no tenía mucho lugar donde esconderse, de pronto al pasar por debajo de una vaca, pasó algo inesperado. El ratoncito había sido cagado, la vaca sin darse cuenta y sin importarle tampoco lo había cubierto completamente de mierda.
El águila perdió el rastro, es como si el ratoncito hubiese desaparecido; a salvo de su cruel destino sintió de pronto que alguien lo ayudaba a salir de la montaña de mierda donde se encontraba sumergido, era un zorro que con su gran nariz lo había identificado, lo sacó de la mierda y se lo comió.

Moraleja: No todo aquel que te sumerge en la mierda es necesariamente tu enemigo y no todo aquel que te saca de ella es tu amigo.

14 mayo 2010

El mundo que aprendí a no contar.

"No creas lo que te cuentan del mundo, el mundo es incontable" Mario Benedetti.

Cada gota de sudor, cada tic nervioso, cada arruga.
Cuentan años no el momento.
Cada arruga cuenta sonrisas y enojos.
Cada cacarizo una inseguridad,
cada lágrima un recuerdo,
un torrente un amor.

"No creas lo que cuentan del mundo".
Una canción un pestañeo,
un sueño que no se cumplió.

Que el grano de arena más fino sacudes
y un montón hace ladrillos.
Mejor en pedacitos en conjunto
que un polvo olvidado
o una carga pesada que causa luto.

Mejor muchos poquitos.
Un arroz negro y una piedra en el frijol,
no es lo sabroso lo que agrada
sino lo insipido del sazón.

Que cada cabeza es un grano de arena.
Yo prefiero la mía que vive en la azotea
que un mundo incontable que nos quiebra.

Ya te dije que no creas.
Ni muy poquito que se pierda,
ni mucho que marea.
Mejor los mundos que me rodean.
Mejor no hay ni que hablar de las estrellas.

Y si en este mundo vivimos todos
no creas
yo solo vivo en el mío
y de vez en cuando me asomo a otro.

Yo no cuento, solo vivo,
porque si cuento pierdo la cuenta.
Cuántas arrugas, cuántas lágrimas.
Cuántos cuentos inconclusos quedan.

11 mayo 2010

Madre.

Madre, el día que te fuiste esperaba que la puerta se abriera de pronto y llegaras con los brazos vacíos dispuestos a llenarlos con abrazos.
Llegarías con labiales de muchos colores para dejarme un arcoiris de besos sobre mi rostro.
Pero no has vuelto, he dibujado mil veces ese encuentro, pero no has vuelto.
Imaginé tal vez que mi padre hubiera sido más amoroso contigo o quizá que después de esos golpes nos hubieras llevado a pisar todas las aventuras y grietas en el pavimento.
Aún sigo esperando.
La casa se vuelve vacía y el manchón de sangre sigue ahí... lo siento
y en mi camisa, mamá ojala no te hubieras ido.
Perdóname por haber manchado la pared, pero es que mi vena se portó travieza y aventó chisguetes por doquier.
Corriste te ví correr.
Mi padre también se fue, me levantó y me dejó en el jardín para que no te molestaras más por manchar la pared.
Aquí sigo, ojala algún día vuelvas por mí, siento que he adelgazado tanto que apenas se sienten mis pasos; ya no te despertaré con mis juegos, apenas hago ruido. No tendrás que levantarte de malas levantando el cuchillo.

07 mayo 2010

Tormenta


Abrí los ojos y la luz que se quebraba en la ventana me despertó; con algunas arañitas en el cabello recordé que el día tendría nubes. Abrí la regadera y usé el teléfono de manguera para recorrer mi cuerpo con la calidez chispeante, que rebotaba como moronitas de pan.
Cuando salí noté que el sol se había escondido, en una gran nube blanca. Pasaban las horas mientras preparaba el café y la nube se iba coloreando pasando a colores tenues de perceptible gris canoso.
Sonó el timbre, ahí estaba con su paraguas en mano previniendo nuestro encuentro. Se quitó el sombrero estrafalario que ocultaba sus ojos y contemple la inmensidad de su mirada.
Tomamos un poco de café y un poco de plática incoherente para preparar la escena; nuestros dedos se rozaron y un pequeño estruendo se escuchó a lo lejos.
Sonreímos sin decir palabra; ya no había más que mencionar, nuestro cuerpo tomaba espacio para hablar.
Me recosté probando el colchon para dos. Se acecaba el momento y las nubes apagaban la luz del cielo para darnos intimidad, cada hueco de piel que se escapaba de las prendas, era un hueco en el cielo que era cubierto.
No puedo decir más que la tormenta empezó en un remolino imparable de pasión; truenos y lluvia incesante que acallaba el sonido del placer, envolviéndonos en un mundo para dos.
Cesó, algunas gotas pequeñas y revoltosas llenaban de pelusilla las flores, conviertiéndolas en una manta de terciopelo.
Volvió a salir el sol.
El arcoiris nació.

05 mayo 2010

Otoño


Basicamente dejé caer los brazos, guangos como dos hilos sueltos impertinentes en la blusa favorita; dejé descansando mis piernas en la silla de la computadora y mi cara la deposité en la mesa del comedor; mi estomago lo dejé en el lavabo para enfríar el calor de las más altas temperaturas de verano en Arizona.
Mi cabeza la puse a girar como reilete para poder seguir las ideas que deambulaban como torbellino.
Quise detenerme, y en vez de eso escurrieron gotas y gotas silenciosas que me acariciaban y me cosquilleaban molestando mis mejillas. No pude hacer nada, mis brazos de trapo se movían apenas con la leve brisa que entraba por la ventana.
Giré y noté como los árboles también lloraban, pero sus lágrimas parecían disfrutar con arte su caída, cantaban un rito de despedida acompañadas con el viento y se lanzaban cayendo con la más grande delicadeza y elegancia decorando el camino, y al pisarlas se depedazaban en carcajadas.
Mis lágrimas solo secaban, dejando una consistencia pegajosa, no se iban. Dejaban el dolor embarrado para recordar su huída.
Desearía ser árbol donde pudiera reverdecer y tirar la tristeza con elegancia.
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