04 septiembre 2013

Reflexiones de una noche lluviosa

En la obscuridad de mi habitación, mientras las gotas de lluvia se estrellaban en mi ventana, me sentí tan sola y vacía que el sonido de mi celular anunciando mensajes y recuerdos me parecían tan diminutos como la indiferencia que sentía por ellos. Y que me hace reflexionar en que un hombre soltero pueda tener mil fotos con chicas y ser alabado por su audacia para conquistar. Y una mujer tenga que borrar mil fotos y cuidar su imagen de soltera antes de poder pasar a ser una golfa que cualquiera se la pueda tirar; y que no importa si los galanes son para codiciarse, pues que los hombres juzgan a las mujeres y las mujeres a los hombres, y al hombre le gusta ser el único y a la mujer le gusta competir con ser la mejor. Que los cuentos de hadas en que la mujer es rescatada, está sacado de una ilusión, que la mujer no necesita ser rescatada cuando se comporta tratando de ser la salvadora, y creyendo que con ella el hombre será bueno, porque estará tan enamorado que no tendrá deseos de buscar. Así pues me dolió, que no importa la percha cuando los miras a los ojos y no brilla nada. Que sí el traje está decorado de una piel antojable, de bolsillos pesados, de atenciones deliciosas o conversaciones inteligentes. Que no importa cuánto te esfuerces por sentir algo por la criatura que desborda la intención de llamar tu atención. No importa. No brilla. Me dolió saber lo que siento y actuar como actúo y que no puedo hacer nada cuando no brillan aunque husmeen en mi retina y escarben con la mirada un tesoro, que sólo hay una mirada perdida en una sonrisa dibujada a la fuerza. Esparcir repelente cuando me venga en gana y echar un anzuelo y una disculpa tierna para obtener la atención que parecía ya indignada. Y con el mismo entusiasmo deseo brillar y por más que trato ahí está esa mirada perdida y esa sonrisa dibujada mirándome a mí. Y me duele más que a los demás, porque yo sé lo que se siente mirar así. Nada. Y ese saber de guardar una esperanza o una ilusión que sé con dolorosa certeza que sólo está en la imaginación.

01 septiembre 2013

Moraleja?

Nunca me ha gustado que los escritores de moralejas me tengan que explicar su sabiduría después de haber leído todo el cuento. Así qué dejo mi cuento y espero que cada quien escoja la moraleja que le parezca más adecuada, o incluso proponer nuevas, eso me encantaría. Fue uno de esos días en que las cobijas debieron aferrarse al contorno de mi cuerpo y no dejarme escapar, con la seguridad de que mi día bajo sus abrazos debía ser mejor que las circunstancias me habían hecho vivir. Cabizbaja decidí que la arena bajo mis pies y el sonido del mar podría calmar la tormenta que me revolvía el estómago entre bilis y ácidos. Cuando llegué al mar pude observar que mi día había cambiado al ver una gran moneda de oro flotando sobre el mar. Me arriesgué, me desnudé y me aventé por ella siendo iluminada sólo por su brillo. Pero entre más me acercaba, más se alejaba y la costa cada vez la dejaba más lejos. Tenía que conseguir esa gigantesca moneda que era lo único que podría salvar mi día. Mis brazos entumecidos no guardaron fuerzas para el regreso. Mientras me hundía miré hacia arriba antes de que la sal me quemara las retinas. Y ahí estaba, alto en el cielo, orgullosa de sí, mi moneda. Moraleja? Si. 1.- No nades por las noches en el mar. 2.- No nades hasta cansarte, siempre guarda un poco de fuerza por si tienes que volver a empezar. 3.- Cuando todo parece ir mal, es porque no estas viendo las cosas adecuadamente. 4.- Nunca trates de conseguir algo cuando estés deprimido, seguramente no podrás ver las situaciones objetivamente. La verdad es que mi favorita es la primera.
Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NoDerivs 2.5 License.